Plantas acuáticas
Las plantas acuáticas han acompañado siempre a los peces en la acuariofilia. Desde los principios de ésta, en los que la disponibilidad de plantas era aún más limitada que la de los propios peces, cualquier acuario se poblaba siempre como mínimo con algún esqueje de Egeria o Ceratophyllum. Con el tiempo, las plantas de han ido abriendo paso para acabar teniendo un papel principal, como se puede apreciar en muchos de los acuarios actuales. Así pues, si en principio se valoraba a las plantas por los beneficios que proporcionaban a los peces, como refugio, capacidad de absorción de nitratos, etc., hoy en día los acuarios plantados se valoran por sí mismos por razones estéticas. Los acuarios holandeses fueron los primeros en dar el paso hacia esta rama de la acuariofilia, para, actualmente, llegar a la fama de la que goza el paisajismo acuático y las competiciones que se celebran de acuarios plantados en todo el mundo.
El doble papel mencionado para las plantas en el acuario, es decir, los beneficios que por una parte aportan sobre la química del agua y el bienestar de los peces y por otra, su función estética, son inherentes al propio bienestar de las plantas. Así, es necesario conocer cuales son las necesidades de cada especie para mantenerla en las mejores condiciones posibles. Hay especies que al provenir de hábitats boscosos prefieren una iluminación media o baja y tenderán a ser invadidas por las algas o a amarillear con luz demasiado intensa; de la misma forma hay especies palustres que, cultivadas de forma algo forzada como plantas sumergidas, necesitarán de un aporte de CO2 para crecer correctamente.
Dejando de momento aparcados los factores que distinguen a las diferentes especies, todas tienen algo en común y que, aunque es bastante obvio, no siempre se tiene presente: las plantas son productores primarios; obtienen materia orgánica a partir de materia inorgánica y una fuente de energía, la luz. La conocida fotosíntesis es el proceso principal que llevan a cabo las plantas, transformando agua y dióxido de carbono en glucosa mediante un pigmento llamado clorofila y la energía aportada por los fotones (la luz). Hasta ahora la parte sencilla del proceso; si se profundiza un poco más, por ejemplo en la propia clorofila, se observa que está formada por carbono, oxígeno e hidrógeno provenientes del agua y el dióxido de carbono, pero también de magnesio y nitrógeno. El nitrógeno además participa junto con el potasio en la formación de proteínas, que posibilitan el crecimiento. El hierro y el fósforo son así mismo necesarios para los procesos de producción de energía a partir de la glucosa obtenida de la fotosíntesis, que será utilizada por las células de la planta.
Autor: Sergio Abellán
(Lea el artículo completo en el Número 1 de la revista Rio Negro)