Helófitos, o de cómo la mayor parte de plantas de acuario son en realidad palustres
Los helófitos, tal y como se mencionaba en el anterior artículo sobre plantas acuáticas de Rio Negro, son plantas cuyos hábitats son ambientes encharcados, a veces inundados, pero en las que, a diferencia de los hidrófitos, la mayor parte de sus órganos se desarrollan sobre la superficie del agua.
Existe una gran diversidad de especies de helófitos, que tanto se pueden encontrar asociados a hábitats selváticos, creciendo en el margen de torrentes, como a zonas más expuestas como es el caso de los humedales. Estos tipos de hábitat presentan en la mayor parte de los casos episodios puntuales o periódicos de inundación y la capacidad de muchas especies de helófitos de soportar estos períodos de inmersión, es la que posibilita su utilización como plantas de acuario. Sin embargo, no todas las especies son capaces de desarrollarse a largo plazo sumergidas, presentando variaciones incluso dentro del mismo género. Por otra parte, también hay que mencionar a las plantas que sobreviven en estado sumergido deteniendo su crecimiento y esperando el regreso de la temporada favorable, con las cuales no tiene sentido su utilización como plantas de acuario; este sería el caso de, por ejemplo, el Spathiphyllum, una arácea palustre que, aunque se comercializa esporádicamente como planta de acuario, no crece en forma sumergida y acaba por descomponerse progresivamente.
Entre las verdaderas plantas palustres que pueden desarrollarse también como sumergidas cabe diferenciar entre dos tipologías, que a la vez coinciden en mayor o menor mesura con el hábitat del que son propias. En los hábitats selváticos, en, por ejemplo, el margen de un arroyo asiático, se desarrollan las Cryptocoryne. Por otra parte, entre y sobre las rocas cubiertas de musgo de un torrente en mitad de la selva africana crecen las Anubias, mientras que en un hábitat muy similar en Borneo, se encuentran sus parientes las Bucephalandra. Todos estos géneros, incluidos en la familia Araceae, coinciden en que son capaces de crecer tanto en forma sumergida como emergida sin apenas modificar la estructura foliar, manteniendo las hojas su funcionalidad en ambos estados. Por otra parte, y siendo más propias de hábitats más abiertos y soleados, la mayor parte de las plantas de tallo, como es el caso de por ejemplo las Hygrophila, presentan un claro dimorfismo foliar entre las formas sumergidas y las emergidas; cuando una planta que ha estado creciendo emergida durante un tiempo pasa a estar sumergida, desarrolla nuevos tallos y hojas adaptados a estas nuevas circunstancias. Así, dado que no tienen que protegerse de la transpiración ni luchar contra la gravedad para mantenerse erguidas, tanto sus tallos como sus hojas son mucho menos firmes, dándose además el caso de que en muchas especies la forma emergida y sumergida podrían parecer incluso dos especies distintas, como en las mencionadas Hygrophila. Un caso intermedio es el de los Echinodorus; aunque sus hojas emergidas son parcialmente funcionales en estado sumergido y, como puede observarse al adquirir alguna en tanto la mayor parte provienen de cultivos emergidos, las hojas originales de la planta se mantienen durante bastante tiempo en el acuario, mientras que van apareciendo las nuevas hojas que ya presentan claramente una textura diferente.
Autor: Sergio Abellán
(lea el artículo completo en el Número 2 de la revista Rio Negro)